sábado, 14 de marzo de 2015

Manifiesto luminista, tercera parte

Manifiesto luminista
.Primera parte
.Segunda parte


Sí, es complicado, arduo… sostener la luz cuando te rodean las tinieblas… lo  más fácil en ese caso es desistir, sumarse a la mirada ciega, apagar la luz o dejar que se apague, para al menos estar acompañados por la multitud de los que ven el mundo como un paisaje devastado, porque la soledad ante una causa poco popular asusta, de momento la soledad se asume como signo de error, uno cree que apostarle al triunfo del bien ha sido una equivocación, un quijote se adueña del alma pero no el quijote triunfal y majestuoso sino el que pierde toda fe en sus sueños (y va directamente a la tumba). Y en ese trance lo más fácil, por razones de gravedad, es reproducir la oscuridad que otros multiplican, es lo más fácil porque la dinámica natural imanta hacia ahí, resistir requiere de un esfuerzo supremo, resistir es más arduo, más complejo… no obstante, si resistimos un poco esa tentación aciaga, de dejar a un lado la linterna, la antorcha, si logramos ser vela que encienda otras velas, en lugar de soplo que afrente a los que cuidan celosamente con su palma curva el leve resplandor de su pequeña llama... Si lo logramos, si resistimos con fiereza el azote de la oscuridad, la arcada, el miedo, la sombra monstruosa que llega cuando leemos de la mujer que recorrió Kabul buscando los fragmentos de su hija; o la jaula con niños a punto de ser blanco de un misil… si resistimos  al vertiginoso negativismo que engendran esas imágenes, si resistimos, si no dejamos que nos aplaste y liquide todo el terror, o, cosa peor, que para luchar contra los monstruos nos sintamos atraídos a convertirnos en monstruos contrincantes… si resistimos los extremos a los que ha llevado el péndulo impactado por tantas balas de metralla, escupitajo de engendros que llevan consigo su propio infierno… si resistimos y mejor proponemos y nos aplicamos en la reconstrucción de la tierra, para que vuelvan los cielos, y no dejamos que la depresión haga desaparecer todos los verdores (ellos sí resisten en el jardín la tragedia cotidiana y lo hacen como fieles soldados de la vida, con la sola consigna de estar ahí para darnos esperanza), si miramos las flores, con su frágil vida, llenarse del color que uno lleva en la sangre… viendo en ellas, en las flores, algo más que la sangre derramada, intuyendo que debe haber algo más allá, que el hombre no puede estar aquí para no ser algo, algo  más que un pedazo de carne, si intuimos que todo el horror del mundo tiene sus dosis de cielo cuando el que lo mira sabe que tiene alas… si resistimos, sólo por el posible milagro de que aparezcan notas bellas con la oscuridad, sólo por la posible visión del héroe en cada hombre que sufre pero supera sus dolores sin amargura.

Albena Vatcheva
Si resistimos…
Si hablamos al hombre de cosas bellas, no es por olvidar las cosas horrendas, sino por superarlas, por dejarlas liquidadas y en paz. No es que se niegue ni la lucha por la justicia ni la rebeldía ante la violencia y los absurdos, es que anhelamos y buscamos otra manera de luchar, ¿no es tiempo que quede claro, clarísimo, que tantas guerras no han nunca servido para obtener sino otro tipo de dictador?, la guerra como constante es circunstancia confirmada por muchos como un "siempre": el hombre "siempre" ha sido violento, el hombre "siempre" ha abusado de la naturaleza, el hombre "siempre"… pero esos "siempre" son solamente el rédito de cinco mil años de historia de sociedades guerreras, pocos años si los comparamos con tantos miles de años de vida pacífica entre tribus que supieron unirse para sobrevivir… pero eso o se ignora o se olvida, y se deja que la mentira se trague con sus fauces monstruosas la buena nueva... Si proponemos una mirada luminosa tal vez sea porque algunos aún recordamos que en algún lugar del tiempo, se quedó dormida la raza de los hombres buenos, y hoy ya nadie les recuerda que todo el presente es sólo una pesadilla, que deben despertar para tomar el control de las visiones que engendra su corazón, que deben resistir el sueño, levantarse y tomar el sol en la palma de la mano, y recorrer el planeta como magos, cambiando el curso de una historia torcida, una historia que se afirma gracias a la repetición absurda de mil voces que la fortalecen, la repetición de una mentira lleva a creer en la mentira, vamos a validar otra cosa, vamos proponer que es posible, que si la utopía está en el corazón del hombre es porque puede darse, no hay nada que haya estado ahí -en el corazón del hombre- que no haya encontrado un hueco para colarse hacia la realidad, vamos por ella, por esa realidad a la que nadie quiere apostarle la creencia, sólo porque una multitud airada grita que el mundo es horrendo, que el hombre es perverso, que… ¡seamos contrapeso!, vamos a sumar luces, ¿acaso nadie ha visto que aún la noche tiene un majestuoso reino al servicio de nuestra utopía: la luna y las estrellas gritan hermosas palabras con su voz de siglos, allá arriba, cuando se asoma la sombra de la noche, ellas son el signo de que el cielo nunca nos desampara, son el signo también de que toda luminaria no sólo luce más en la oscuridad, sino que la necesita para manifestarse en todo su esplendor. 

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